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La amistad de Schrodinger

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 ¡Hola a todos! (Aunque si de algo me he dado cuenta es que este blog es más un diario que algo bidireccional) y de esto va un poco el post de esta semana. 

No sé si es que vivo en una constante convivencia con la depresión y solo soy consciente de ella a ratos deliberadamente o es que simplemente me estoy haciendo adulta, en cualquier caso no creo que pueda desuscribirme a estas alturas de la película. 

Mi relación con la amistad siempre ha sido como el gato de Schrodinger: soy una persona a la que le agobian las multitudes, que prefiere salir al cine antes que de fiesta y que tampoco es mucho de salir, pero al mismo tiempo cuido de la poca gente que tengo, porque literalmente me han sobrado siempre dedos de la mano para contar a mis verdaderos amigos –de los que decían serlo ya puedo dedicar un libro entero, no les voy a dedicar más letras aquí-

Cuando leas esto, si es que lo haces, hará una semana y algo que me pasó algo guay y mi novio me acompañó porque la verdad, además de mi chico es mi mejor amigo. Pero ¿Qué hay del resto de la gente? Me he dado cuenta que a la única otra persona a la que quería hablar largo y tendido de esto me contesta los mensajes cuando se acuerda y está lo bastante lejos y escondida como para que, aunque llegara a la ciudad donde vive ahora, pudiera dar con ella. 

Mi novio me suele decir que estas cosas pasan cuando te haces adulto y has sido solitario toda tu vida -y a veces incluso aunque no lo hayas sido-, la cosa es que es una mierda no tener a algunas personas, pocas, que muchas agobian, a las que poder contar esta noticia. 

Y diréis, ¿Hoy en día? Pon un mensaje que seguro que alguien te contesta. Pues no. Las interacciones en mis redes sociales tienen dos particularidades: son breves y suelo ser yo quien habla con la otra persona. Es triste, pero más triste es que lo tengo totalmente asumido como lo normal. 

Pero lo malo de toda esa situación es que cada vez que me ofrecen la posibilidad de conocer a alguien nuevo, me monto toda una peli en mi cabeza pensando vale, si tenemos esto en común entonces puedo hacer esto y aquello con esa persona cuando tenga tiempo libre y así salgo de mi rutina. Porque otra cosa que he descubierto es que la rutina durante demasiado tiempo saca al gato de la caja y nunca quiero mirar porque ¿Qué demonios pasaría si el pobre esta muerto? No hay un remedio para la muerte, el gato no va a resucitar; vale, no hay que preocuparse por el animal, pero si por todo lo que la muerte del pobre significa, porque el muerto ya ha terminado, pero para el resto la vida continua. 

Pues eso, que estoy contenta de las cosas guays, pero las cosas buenas son aún mejores cuanto más las compartes y me gustaría que, al menos, con la otra persona además de mi novio con quien quiero compartir estas cosas, no me hablase solo cuando se acuerda o le viene bien. 

Dejo ya de molestar, solo es una reflexión. 

Hasta la semana que viene.

Marta

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