Reflexiones y educación mediática

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Mu wapo, muchas gracias

 

Hola de nuevo; 
Ha pasado otra cosa que se suma a todas las que me tienen hasta los ovarios con una situación en concreto con una persona en concreto. 
Si hay algo que odio es el falserio, el silencio y las señales contradictorias. 
Yo soy de la clase de amiga que está ahí para escucharte y apoyarte sobre todo en los peores momentos de tu vida y no pedir nada a cambio, pero, coño, NO ME TOQUES LOS OVARIOS. De verdad, solo pido que no me prendas la mecha, y hay personas -en concreto esta- que no es solo que la prendiera sino que además me ha agotado la paciencia, lanza mensajes contradictorios con su actitud y, encima, tiene los ovarios de no valorar ni contestar a ofrecimientos de ayuda de una amiga que ha estado en el momento más duro de su vida y volvería a hacerlo por un motivo que, sinceramente, desconozco. 
Al principio estaba cabreada, mucho, luego me dolía lo más grande y ahora ya es solo una decepción más sobre la que escribir aquí y que pone en evidencia la realidad que siempre he defendido en este blog; los hombres son mucho mejores como amigos y apoyo que las mujeres. 
Y, aún así, porque el que nos diseñó psicológicamente le vino en gana, nos hizo desear un grupo de amigas que, sinceramente, acaba por ser más falso que un billete del Monopoly y, lo que es peor, interesado en sus propias aspiraciones. 
Cuando estoy mal me como las cosas sola o, si llego al límite, voy a cagarme en todo y a llorar a los brazos de mi novio o mi padre. Así de gracioso e irónico es el asunto. 
Lo que me ha dañado esta persona es para decirle «mu wapo, muchas gracias» con toda la ironía, rencor, asco e indiferencia del mundo. Un coctel de emociones que se irá diluyendo con el tiempo y afectará a mi proceso de crecimiento personal.  
¿Por qué seguir en redes a una persona que haces como que no existe? Además, no soy solo yo, la otra persona que estuvo contigo en ese momento tan duro también recibió un hachazo limpio -ni te molestes en negarlo porque no me lo creo- y quien recibe tu atención es gente que no estuvo agarrándote para que no cayeras a un precipicio del que, a veces, como es mi caso, nunca se sale. 
Que lástima, porque, a pesar de todo, si volviera atrás, volvería a hacer lo mismo tantas veces como hiciera falta y, supongo, que eso me hacía ser buena persona. Supongo que eso me convierte en alguien mejor, en una persona educada en unos valores de los que la persona que me los inculcó estaría orgullosa.  Como no, fue un hombre. 

Y la rueda sigue girando y el río fluyendo. 
Hasta la próxima. 
Marta 

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